
CARTA A UNA MADRE DOLIENTE
Querida mamá, para mí todos los días suponen un golpe terrible no poder ayudarte cuanto quisiera para apartar de ti ese velo negro que cubre tu mente. ¡Haberte visto y conocido tan fuerte y ahora contemplarte como una sombra que busca la luz y no la encuentra!
Falleció tu hijo, para ti único. Insustituible. Y buscas siempre, lo sé, los ecos esquivos de su voz, de su cuerpo. Encerrada como estás en la tribulación que te atenaza.
Pero está la batalla que has de seguir librando en pos de la vida, la tuya, la que nadie te puede dar si te vas; aun en tu estado de total crisis de ánimo vital. O quizá con más vigor por eso mismo. ¡Fuerzas que has de sacar de dónde sea!
Tu corazón maltrecho ya físicamente, pero generoso y amoroso, ha de encontrarse así mismo de nuevo. No temas a la vida que aún te llenará de satisfacciones. No cuelgues el teléfono de la comunicación a los que estamos al otro lado, junto a ti.
Cuando tengo motivos para la desazón yo busco el refugio en la literatura, y si puede ser en la gran literatura mejor. Y he encontrado un ejemplo parecido al tuyo en nuestro gran poeta Pedro Lezcano, cuya hija May dijo adiós un día, de este, en múltiples ocasiones, incomprensible mundo. Es una forma de entenderte mejor a ti y a todas aquellas personas que han sufrido y sufren la desgracia que tú ahora padeces en su grado de mayor agudeza: una profunda depresión y una angustia que te esclavizan más a tu tiránica arritmia.
Dice Pedro Lezcano: Hace algunos días sostuve con Flora una larga conversación en la que no podía faltar el recuento de padecimientos mutuos. Mi queja principal era la desgana vital que me había hecho caer en el pecado capital del hastío. Es muy triste que los contados días que me restan se hagan interminables. El aburrimiento es la blasfemia peor que un ateo puede proferir. Yo suponía que la muerte era un apagón de luz irreparable en que desaparecía el mundo; pero no este largo atardecer de mí mismo en el que el mundo continúa presente tan seductor y maravilloso como siempre, pero yo no lo alcanzo. El mar, los bosques, la belleza, el sexo...Todo está aquí a mi lado, inaccesible...
Tu hijo, Valentín.