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No cabe duda alguna. La corrupción es un valor intrínseco de la democracia española (asegura Santiago González), junto a la dejadez justiciera por perseguirla. Dos ejemplos solo: Rodrigo Rato y un padre de la patria (Pujol) que no dejó de defraudar mientras estuvo gobernando (¡23 años sableando!). Merece la pena recordar, en estos momentos, los versos de Francisco de Quevedo y Villegas: ese genio que supo captar las miserias personales y colectivas de la España de su momento. Poema que dice: Toda esta vida es hurtar/no es el ser ladrón afrenta/que como este mundo es venta/en él es propio robar./Nadie verás castigar/porque hurta plata o cobre/que al que azotan es por pobre/de suerte, favor y trazas./Este mundo es juego de bazas/que sólo el que roba, triunfa y manda.
(Quevedo/Valentín Medina Rodríguez)
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