La lluvia azota los cristales. No era medianoche (Samuel Beckett). Es el recuerdo, quedo en el tiempo: pájaro libre que vuela en las diáfanas tardes de la soledad.
¿Quién es el jefe del Estado para jodernos la independencia?...mientras se pasan por el culo...uno tras otro...o le pegarán fuego...o romperán sus páginas demoníacas...¡pobre Constitución!...puto Borbón...degenerada España que nos acogota...¡pues a jodeos!...¡espero que hoy traiga bastante vaselina puesta!...¡el joven Borbón!...¡jefe de la metrópoli que nos trata como colonia!...a nosotros que somos un pueblo elegido...ungido por los dioses y la Historia...¡que queremos seguir extendiéndonos por el Mediterráneo a pesar de los sarracenos!...¡nuestro pancatalanismo redentor y que durará más de mil años!...¡gorrinos españoles!...¡salvajes grecorromanos!...¡que os dejáis dar por saco sin rechistar!...¡sin aplicar el Estado de derecho!...y nosotros con todos nuestros golfos...saltándonos vuestras leyes...nuestra burguesía podrida de dinero y de robar...¡qué logro!...nuestras juventudes abanderadas y adoctrinadas...¡tienen la catadura de valerosos guerreros!...¡la educación, siempre la educación!...¡quien se olvida de ella pierde parte de su alma!...¡pero nosotros la hemos mimado de odio para la batalla!...¡hasta la victoria final!
Los seguidores de los nacionalismos racistas y xenófobos han encontrado a lo largo de la Historia una manera de ser alguien, de integrarse en la tribu sin ser molestados.¡Títeres semejantes, los nacionalistas supremacistas, representan una verdadera plaga contra toda moral y el Estado de Derecho! ¡En cualquier parte y en cualquier tiempo!
Siempre tan hermosa con aquellos vestidos de diseño propio. Los vestidos que en aquel momento yo no sabía entender del todo. Ahora los busco en mi memoria. Cubrían su cuerpo lozano y prieto. Ellos formaban parte de su alma desnuda (por lo sincera) y delicada, de su personalidad que quería abrirse paso.
No has podido resistirlo otra vez. Has regresado, pues, a tu mundo interior, a esa depresión reactiva que ya te mortificó en su momento. En esa puñetera maraña mental que te trastorna por completo es donde sueñas sin parar, y hablas con tu hijo muerto. "Intento que sepa que pienso en él, que lo protejo", me dice. Y yo la escucho e intento darle ánimos en su tristeza y pesimismo, en sus preocupaciones somáticas y en algún que otro delirio. No dejo que se sienta culpable de nada, que gane peso, que reduzca su incesante actividad. Que coma a sus horas, aún poco, pero no deja de ser algo. Estoy con ella, como se está con las almas caídas en desgracia. La contemplo en su triste vejez. Un día más se acaba, marcado de nuevo por su férrea voluntad de vivir y un cuerpo que no le ayuda, ni siquiera por el momento, a caminar. ¿Qué pasará mañana?