Dos fuerzas desmedidas recorren España: los nacionalindependentistas, burgueses ávidos de dinero, de derechas, defensores del capitalismo proteccionista y/o subvencionado, y católicos, en una de sus versiones, y los marxistas-leninistas defensores de la lucha armada y del Estado totalitario, por otro lado: los dos con un fuerte componente mesiánico, siempre cuidadosos en controlar la educación de los jóvenes, futuro de la perviviencia nacionalista, la idea de que lo que une es siempre un enemigo, en este caso interior y español al que hay que expulsar del cuerpo social de la patria por conseguir y el rechazo frontal a la Constitución actual española y al legado de la Transición; y los populistas, reencarnados en Podemos, herederos de los caudillos iberoamericanos, y creyentes, por tanto, en un líder máximo que controla al partido (leninismo rancio), los cuales movilizan (líder y partido) sistemáticamente al pueblo para explotar sus quejas sociales prometiéndoles justicia social, nacionalizaciones, reparto de la riqueza, democracia asamblearia... En definitiva, abunda en ellos la propaganda y las continuas consignas antes que las soluciones y las medidas prácticas, algo que explica que en ningún Estado iberoamericano la modernización económica y política haya podido implantarse.
Precisamente la repulsa al constitucionalismo imperante, porque defiende la unidad de España y la soberanía nacional, es un punto político clave que une a estas dos fuerzas desvertebradoras de la nación, a la búsqueda de su sueño (irreal o no, ya veremos) de poder.
(Valentín Medina Rodríguez)
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