Desde nuestras posiciones, cómodas o desgarrados por el paro, la miseria y otras casuísticas. Gilipollas todos (yo el primero), no estamos haciendo nada como ciudadanos ante el desguace, ante la caída como una caña putrefacta, de nuestra Constitución y la democracia con la que vamos a comprar el pan todos los días.
Que el pueblo llano español no espere casi nada de nuestras élites políticas, económicas, intelectuales [porque muchos de ellos son cortesanos de unos y de otros; de lo uno y de lo otro] y mediáticas (Denis Jeambar).
La guerra del currito español común es ir precisamente contra estos celosos guardianes del statu quo, y a favor de la justicia, las leyes vigentes y su cumplimiento, la razón y la idea fundamental de que la soberanía reside en todo el pueblo español; no en ningún territorio: abstracción geográfica alejada de cualquier visión histórica que defienda las libertades individuales. ¡Cuánto echo de menos la irreverencia de los ilustrados y la luz hermosa y guiadora de la Enciclopedia!
Nuestro absentismo cívico nos está costando caro, y más caro aún nos costará. En ese preciso momento se oirán todo tipo de ruidos: de sables, de golpes obstruccionistas en parlamentos desacreditados, de gente desmovilizada en otros tiempos que buscan comida en la basura...
Los extremismos avanzarán y cada uno tendrá que posicionarse: ahora sí, sin remedio y como salvaguarda personal. Ahí me quiero ver y a todos los que llevan el carné de españoles.
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