lunes, 4 de marzo de 2013

DIETARIO. VALENTÍN MEDINA RODRÍGUEZ. HAROLD BLOOM. CARMEN MARTÍN GAITE.




Cuando uno ronda los setenta, le apetece tan poco leer mal como vivir mal, porque el tiempo transcurre implacable. No sé si Dios o la naturaleza tienen derecho a exigir nuestra muerte, aunque es ley de vida que llegue nuestra hora, pero estoy seguro de que nada ni nadie, cualquiera que sea la colectividad que pretenda representar o a la que intente promocionar, puede exigir de nosotros la mediocridad (Harold Bloom: Cómo leer y por qué, Barcelona: Editorial Anagrama, S.A., 2000: 25). El subrayado es mío.



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No es malo recitarse a uno mismo poemas: tanto en el propio acto de la declamación, como confiando en el recuerdo de los mismos y en su constante rememoración. La poesía trasciende tanto, que como el amor, el aire..., ayuda sin duda a vivir.




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Nunca podré renunciar a esa voz cálida, sensual. Jamás estoy dispuesto a marcharme cuando comienza la tonada. Su pensamiento aviva el mío. Y admito que a veces es difícil soportar tanta fugaz alegría. 








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